Estudios Bíblicos en Siguiendo sus Pisadas

La mentira

Mentira, entre otras cosas, significa: "Decir lo contrario de lo que se cree o piensa. Afirmar una cosa que se sabe es falsa." Así lo define un diccionario de la lengua castellana que tenemos a mano. La mentira es un pecado que, como no ignoramos, viene desde el principio y lo vemos comenzar en el jardín del Edén cuando Satanás habla con Eva, contradiciendo lo que Dios había dicho: "No moriréis", afirma (Génesis 3:1?5). Desde entonces la mentira ha ido corriendo por el mundo, haciendo sus grandes estragos en la humanidad y llevando tanta desdicha y pena a los que mienten. La mentira es tan corriente que se cree es una necesidad, pues se nos dice: "todos mienten". Los niños lo hacen con una maestría que alarma. Las enseñanzas de la Palabra de Dios son claras y terminantes respecto a este importantísimo asunto y recordaremos algunas verdades a este respecto, puesto que todos estamos sumamente interesados en apropiarlas y practicarlas, como es nuestro lema. Toda la palabra de Dios, para todo el pueblo de Dios.
En Proverbios 6:16?19 hallamos que Dios aborrece la mentira. Y sabiéndolo, ¡cuán cuidadosos debemos ser siempre en nuestras afirmaciones, pues no debemos ignorar que una cosa que Dios aborrece no debemos nosotros alimentarla, aún cuando al decir la verdad tengamos, a veces, que sufrir consecuencias sumamente molestas! Por otra parte debemos tener presente que el diablo "es mentiroso y padre de mentira" (Juan 8:44). Y no debe ser difícil para el hijo de Dios (para el creyente) escoger entre lo que Dios dice y lo que Satanás enseña. Lo que Dios nos dice es siempre para nuestro bien y debemos aceptarlo, y más aún que los consejos amorosos de nuestros padres: mientras que lo que el diablo pone delante de nosotros, aún cuando lo haga brillar como si fuera oro puro o una joya preciosa, es siempre para nuestro mal, para nuestra destrucción espiritual, pues siempre anda alrededor nuestro "buscando a quien devorar". (1 Pedro 5:8)
Tomemos de los muchos ejemplos que hay en las Sagradas Escrituras, dos del Antiguo Testamento, y por ellos veremos una vez más las consecuencias terribles ocurridas a aquellos que engañaron, aun cuando en el día de hoy no se vacilaría en llamarle una simple mentira dicha a veces, en momentos de apuros para librarnos de algo que tememos. David anda huyendo de la ira de su suegro, Saúl, quien quiere a toda costa destruirlo, olvidándose de los abundantes y generosos servicios que le lea prestado y así llega a Nob (1 Samuel 21: 1?2) y entabla conversación con el sacerdote Ahimelec: ¿Cómo vienes tú solo, y nadie contigo?, le pregunta él y David responde de inmediato: "El rey me encomendó un asunto, y me dijo: Nadie sepa cosa alguna del asunto a que te envío, y lo que te he encomendado." ¡Mentira! Pero el caso no para allí sino que trae consecuencias sumamente tristes por culpa de él, y debe morir, por disposición de Saúl, no solamente el sacerdote Ahimelec, y toda su casa, sino también ochenta y cinco varones que vestían efod de lino y luego se pasa a destruir a toda la ciudad de Nob. ¡Qué terrible tragedia! ¿Por qué? Por la mentira dicha por David, cuando lo que noblemente debió decir era la verdad: Huyo de la ira de Saúl, quien quiere matarme. Cuánto habrá lamentado David su ligereza con que procedió en esta circunstancia y debe haber sido una carga enorme que ha llevado sobre su conciencia en toda su vida posterior. Semejantemente podemos hacer nosotros, en el sentido espiritual, si nuestras conversaciones no se ajustan a la verdad de Dios. Cuidado, pues, con lo que enseñamos, con lo que obramos para que no incurramos en desatinos y traigamos deshonra sobre el nombre de nuestro Señor que siempre es y debe ser sagrado para nosotros.
Otro caso es el de Jacob (Génesis 27 en adelante). En el apresuramiento indebido para obtener la primogenitura, y mal aconsejado por su madre, engañaron a su padre Isaac: en la forma que sabemos, obteniendo con engaño, la bendición que el padre quería dar a Esaú. Debido a ello tuvo que huir de la casa paterna. Su madre nunca más tuvo la satisfacción de ver a su querido lijo, a quien tanto amaba, y Jacob tuvo que cosechar las consecuencias de su mal paso, pues en la casa de Labán, su tío, tuvo que sufrir mucho. Primero fue engañado en cuanto a su mujer, a quien había adquirido por el trabajo de siete años consecutivos. y al cumplirse el plazo le fue dada la hermana, o sea Lea, mientras que tuvo que trabajar después para obtener a Raquel. Pero no han parado allí sus desventuras. Con Labán, no obstante sus artimañas, sufrió muchos engaños, teniendo que decirle con amargura de alma: "Has cambiado mi salario diez veces. De día me consumía el calor, y de noche la helada. y el sueño huía de mis ojos." (Génesis 31:38?42) Pero el engaño más grande y terrible para él parecería que hubiera sido cuando José fue vendido por sus hermanos. Jacob comenzó engañando y llegó al colmo al ser engañado por sus propios hijos. No nos equivoquemos que no en vano nos dice Dios: "No os engañéis: Dios no puede ser burlado; todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". (Gálatas 6:7)
La religión popular nos enseña en vano, que usando de la casuística (reservas mentales) "podemos hacer lo que nos da gusto y gana, siempre que hagamos nuestra reserva mental, es decir, afirmar una cosa y en nuestra mente o en nuestro interior sentir una cosa distinta. Nuestro sí, sea sí, dijo el Señor, y como él es la VERDAD nosotros sus discípulos debemos decirla, sostenerla, enseñarla, practicarla aún cuando nos costara la misma vida. Así lo han hecho sellando su testimonio con sus vidas, varios heroicos cristianos durante la maldita era de la llamada "Santa (¿?) inquisición".
No debemos mentir porque la mentira traba la oración (Isaías 59:2?3). Este medio tan bendito que el cristiano debería usar en todos los casos de su vida: el hablar con Dios respetuosa y libremente para alabarle, solicitarle lo que necesitamos: rogarle nos conceda de sus bendiciones y ayude y prospere nuestro camino en la vida. Queda trabada, impedida de respuesta cuando usamos de la mentira o cuando usamos de ese bendito medio (la oración) para nuestros propios deleites, vanagloria, o cualquier otro medio subalterno, Dios no ha de contestar. Pero si, en cambio, con la verdad levantamos manos limpias sin ira ni contienda, entonces sí viene la bendición, la respuesta de parte de Dios.
"Mejor es el pobre que el mentiroso" (Prov. 19:22). Dentro de todo el primero se consuela con la aprobación divina y sabe que, "Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan" (Salmo 37:25), porque dentro de su pobreza Dios mantiene su vida y da alimento a su tiempo a los que en él saben esperar. (El rico y Lázaro es un ejemplo de esto).
¿Cuál es el camino que nos corresponde seguir? Teniendo en cuenta que siempre al decir la verdad Dios nos ampara, nos apoya y nos ayuda, Colosenses 3:9 debe sernos un aliciente: "No mintáis". Y puede ayudarnos también Filipenses 4:8 "...todo lo que es verdadero... en esto pensad", y si concentramos en ello nuestros pensamientos y nuestros más caros deseos, ajustaremos nuestras vidas a lo que Dios nos enseña.
Que aprendamos de él las lecciones que sean de mayor provecho y que podamos decir del fondo de nuestras almas: "No, no puedo mentir, porque el diablo es el padre de la mentira" y yo como hijo de Dios, llevo en mi alma, "sus dichos para no pecar contra Dios."