Estudios Bíblicos en Siguiendo sus Pisadas |
El amor fraternal y el trabajo
Por Félix M. Paulino C.
Lect. 1 Tes.4:1-12
"Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis más y más; y que os esforcéis afanosamente por tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros propios asuntos, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada" (1 Tes.4:9-12).
Después de haberles hecho tan solemne advertencia acerca de las serias
consecuencias que se acarrearían al desechar: desoír o desobedecer,
o menospreciar como palabras de hombres las instrucciones que les ha comunicado
por la autoridad del Señor Jesús, el apóstol Pablo pasa
a hacerles ciertos reconocimientos y recomendaciones, con los cuales complementa
sus exhortaciones a vivir como les conviene, a fin de agradar a Dios, que
es la meta que como cristianos debemos procurar alcanzar día a día.
Sabiamente el apóstol -bajo el control del Espíritu Santo- coloca la aprobación o el reconocimiento del evidente amor fraternal, del cual hacían ejercicio los miembros de la iglesia en Tesalónica, entre la amonestación solemne y la recomendación a una vida tranquila, laboriosa y honrada; y de paso, nos enseña -por medio del ejemplo- la manera cómo debemos hablar y edificar a nuestros consiervos. La exhortación a abundar más y más en la práctica del amor fraternal se hace siempre necesaria porque el tope o la cima se mantiene todavía muy alta.
(:9) "Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba" . Obviamente, esta manera de expresarse del apóstol nos deja ver claramente el cuidado que tenía al escribir sus cartas. Pablo conocía bien la condición en general de esa iglesia; se mantenía bien informado, aún a pesar de la lentitud del correo o la falta de medios de comunicación, como los que tenemos ahora. En este caso, siendo que él mismo había sido instrumento en las manos de Dios para traer a la existencia esta iglesia, sin duda, los conocía bien; él los había instruido y ellos habían aprendido de él.
Por referencias en otras cartas, sabemos que él recibía informes de hermanos interesados en la obra del Señor, personas conscientes de la autoridad apostólica bajo la cual se halla la iglesia; pero -incluso- ya hemos leído que el apóstol, al no poder ir él mismo a visitarles, les envió a su más cercano colaborador: Timoteo. Ahora bien, ¿era esta condición señalada por el apóstol aquí, una condición exclusiva de los hermanos tesalonicenses, o es una condición básica de cada verdadera iglesia? Creo que ambas cosas merecen una respuesta positiva.
El apóstol está haciendo un reconocimiento a la práctica del amor fraternal entre aquellos hermanos, que de local se había extendido a provincial, como vemos en el :10 "y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia". La provincia de Macedonia contaba con varias ciudades, en algunas ya se había establecido una iglesia, como Filipos, Berea y Tesalónica. Así que, los tesalonicenses supieron poner en práctica el amor entre hermanos, extendiéndose hasta otras iglesias locales en otras ciudades de la provincia, y el apóstol les hace un reconocimiento a ellos.
Pero el amor fraternal es -antes que nada- una condición básica del verdadero cristianismo: por eso el escritor a los hebreos exhorta a los destinatarios de su carta de esta manera: "Permanezca el amor fraternal" (Heb.13:1), lo cual deja implícito que el amor fraternal ya era una realidad en ellos. Es, entonces, una recomendación a perseverar en el ejercicio de esa gracia, a no decaer a pesar de las muchas dificultades y provocaciones a abandonarla. Según 1 Jn.3:10 el amor al hermano es la manifestación de los hijos de Dios. Lo contrario es la condición de los hijos del diablo, los que no practican justicia y no aman a su prójimo.
En cuanto a la practica del amor fraternal entre los hermanos tesalonicenses, y aún más allá de los límites de su iglesia local, ellos no tenían necesidad de que se les escribiera nada, el apóstol Pablo no tenía una nueva instrucción que darles, porque ellos se mantenían en el ejercicio de ese amor por los hermanos, se sintió motivado sólo a animarles a que abunden más y más en ello.
No obstante, en los evangelios y en otras cartas del NT encontraremos varias exhortaciones a activar esa gracia entre los creyentes en Cristo, los hijos de Dios, porque -como cualquier otro pecado- el amor puede enfriarse a causa de la maldad. En Romanos 12:9,10 el apóstol nos exhorta: "El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, adheríos a lo bueno. Amaos entrañablemente los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honor, dando la preferencia los unos a los otros". [Ahora bien, lo que hace innecesario que el apóstol tenga algo que escribir a los hermanos tesalonicenses al respecto es: (1) Que ellos mismos habían aprendido de Dios a amarse unos a otros; y (2) Que ellos lo estaban poniendo en práctica, no sólo localmente sino también a nivel de toda la provincia de Macedonia.
(:9b,10a) "porque
vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a
otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos
que están en toda Macedonia". Dios es amor. Dios nos ha enseñado
a amar. "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos
por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió
a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos
ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros.
Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece
en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" (1 Jn.4:9-12).
"No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, porque el
que ama al prójimo, ha cumplido la ley" (Rom.13:8).
El amor fraternal es la evidencia del amor a Dios: "Nosotros le amamos
a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo
a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso" (1 Jn.4:19,20ª).
"Dios ha mostrado su amor para con nosotros en que siendo aún
pecadores Cristo murió por nosotros" (Rom.5:8). El amor de Dios
a nosotros no tuvo su origen en el objeto del amor sino en Dios mismo. Él
nos amó siendo impíos, pecadores y enemigos suyos, si hemos
aprendido de él, entonces amaremos y no aborreceremos ni aún
a nuestros propios enemigos.
Que podamos amarnos fraternalmente es una realidad "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado" (Rom.5:5). Si es así, y así lo creemos, la exhortación es a ponerlo en operación, manifestarlo, haciendo el bien: "porque el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1 Jn.3:17,18).
La mejor definición de Amor la ofrece el mismo apóstol Pablo al escribir a los Corintios en 1 Cor.13:4-8ª "El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se engríe; no hace nada indecoroso, no busca su propio interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal (no ve malas intenciones), no se goza de la injusticia; mas se goza de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta; el amor no caduca jamás". El amor es comunión entre personas; como dice un cántico: "Amor es entregarse". Cuando Cristo vino a la tierra, el perfecto amor fue encarnado. El mismo Dios hecho hombre; los que le vieron a él, vieron al Padre. Ni aún sus enemigos encontraron falta en él.
La salvación misma fue concebida por el amor de Dios, no tuvo otro motivo. El Padre planeó la salvación; el Hijo la ejecutó y el Espíritu Santo es el que la aplica. Las tres divinas personas están perfectamente unidas en la obra de la salvación. El verdadero punto de contacto entre Dios y el hombre es el amor: Cristo nos amó hasta el fin y se entregó a sí mismo por nosotros. Hemos sido vueltos a la imagen de Dios, y ahora somos capaces de entregarnos a nosotros mismos por amor. Mientras más bondadosos y amantes seamos más nos pareceremos a Dios, porque Dios es bueno, Dios es amante. El amor no busca lo suyo; una persona que ama prefiere a los otros antes que a si misma; a una persona egoísta le será imposible amar.
Quien ama verdaderamente
se halla por encima de la ley; el amor hace nula la ley porque la sobrepasa;
el amor contiene su propio sentido de obligación; lo que nos impulsa
a la acción es el amor, manifestamos el amor actuando de forma natural,
no como el cumplimiento de un deber; el amor no necesita la ley. Cuando se
nos manda a amar, tal mandamiento contiene dos cosas: (1) Un juicio o reprensión
contra el desamor; y (2) Una prescripción o exhortación para
ser amantes. Siendo totalmente dependientes de Dios, no nos relacionados correctamente
con él a menos que nos presentemos completamente humildes ante El.
Si amamos a Dios le adoraremos, y esta comunión es posible por la vida
y la muerte de Cristo.
El más importante mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas
y el segundo es semejante: "amarás a tu prójimo como a
ti mismo". Debemos señalar que todo ser humano normal tiene un
sentido de su propia dignidad escrito en su corazón; por eso no llamaremos
buena a una persona que no dé señales claras de recibir tal
dignidad. El amor a uno mismo es la base del amor al prójimo. Debemos
amar al prójimo con la misma intensidad, celo y consistencia con que
nos amamos a nosotros mismos. Así como no hay límites prácticos
a los derechos del amor propio, tampoco los hay para nuestro deber de amar
al prójimo.
Nuestro amor fraternal ha de ser de la misma índole que el amor con que Cristo nos ha amado, así lo ha mandado el mismo Señor: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros" (Jn.13:34). La vida de Cristo es la norma final por la que debemos medir la virtud en nosotros mismos y en los demás. Cristo -el hombre perfecto- perfeccionó la naturaleza humana amando a Dios con todo su corazón y a su prójimo como a sí mismo.
El amor superará la barrera de los afectos personales, porque podemos ser amables y considerados con personas que no nos gustan. Para eso, tendremos que luchar contra la tendencia carnal a rechazar a quienes no nos simpatizan, porque Cristo nos manda a amar aun a nuestros enemigos (Mat.5:46-48). Siendo que Dios nos amó cuando estábamos en nuestros pecados, cuando éramos sus enemigos, nosotros tenemos un motivo poderoso para amar a quienes no nos agradan. De ahí que, el amor fraternal sea la marca distintiva de los verdaderos discípulos de Cristo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos a los otros" (Jn.13:35). La gente del mundo difícilmente entienda o valore la doctrina cristiana, pero sí puede entender las demostraciones de amor y de humildad entre nosotros.
Debe ser motivo de gran satisfacción y gozo espiritual el que se pueda decir de una iglesia local que ha llegado a ser un modelo para todas las demás iglesias en una provincia o en un país. Los hermanos tesalonicenses cumplían fielmente el deber de amar y el apóstol les hace el reconocimiento: "y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia". ¡Qué bien se siente uno cuando se le hace un justo reconocimiento! De inmediato damos las gracias a Dios y le damos la gloria a El quien nos ha capacitado para este mismo objetivo de hacer el bien.
Ahora bien, necesitaremos estar alertas contra la tendencia carnal a dormirnos en los laureles. Que no nos ocurra como a la iglesia en Efeso que había dejado su primer amor. La fe y el amor que practicamos ayer no nos sirve para hoy. Es decir, la práctica de estas virtudes ha de ser constante y debe ir en aumento. Así como los discípulos del Señor le pidieron: "Señor, auméntanos la fe", también se nos aconseja a abundar más y más en el amor. Nuestro amor fraternal ha de ir en crescendo, aumentando, abundando más y más: "Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más;" (:10b). ¿Cómo lo haremos?
Tenemos que seguir siendo más pacientes y serviciales; no envidiosos, no jactanciosos, no engreídos; no hacer nada indecoroso; no buscar nuestros propios intereses, no irritarnos, no acariciar malas sospechas; no gozarnos en la injusticia; gozarnos sí en la verdad. Siendo tolerantes, dando crédito a las palabras de otros, manteniéndonos firmes en la confianza, soportándolo todo, y seguir haciéndolo hasta el fin. Debemos cuidar que el amor fraternal permanezca, que supere todos sus contrarios, porque el amor no caduca jamás. Siendo la meta del amor perfecto tan elevada, se hace necesaria e indispensable la continuada exhortación a abundar más y más.
En los versículos que siguen el apóstol señala otros deberes de la vida cristiana que la complementan, los cuales es necesario poner en práctica si en verdad hacemos lo conveniente para agradar a Dios, en lo cual también debemos abundar más y más. Continúa diciendo el apóstol:
(:11,12)"y que os esforcéis afanosamente por tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros propios asuntos, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada". (Lit. "y pongáis (vuestra) ambición (en) llevar una vida tranquila (es decir, sin turbulencia), y practicar las cosas propias y trabajar con las manos de vosotros, como os encargamos, para que andéis decentemente para con los de fuera y de nada necesidad tengáis".
Tres cosas señala el apóstol aquí que deben formar parte de la buena conducta cristiana: (1) Una vida tranquila, sin sobresaltos, por la cual debemos de esforzarnos, ambicionar; (2) la ocupación en nuestros propios asuntos ("no entremetiéndonos en lo ajeno" -2 Tes.3:11); y (3) el trabajar honestamente. La primera de estas tres cosas es presentada como una paradoja, pero no lo es: "que os esforcéis afanosamente por tener tranquilidad". Tener tranquilidad requiere de esfuerzo y diligencia. He aquí el buen empleo del afán o la ambición: Ambicionar y afanarse por tener tranquilidad. ¡Qué les parece! Cualquier otro afán es prohibido por ser pecaminoso, viola un mandamiento específico del Señor: "no os afanéis" ni por la comida, ni por la bebida, ni por el vestido. "Por nada estéis afanosos"; pero si ud. hace esfuerzos denodados por tener tranquilidad, por no dejarse alterar por las circunstancias, por tener quietud, ¡eso -además de que le conviene- agrada a Dios!
"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Sal.46:10). La calma es esencial para recibir instrucción de parte de Dios. Talvez ni siquiera nos podamos imaginar cuánto daño le hace a uno -y a los demás- la intranquilidad, el desasosiego, la turbulencia, un espíritu constantemente alterado; pero sobre todo, téngase presente que la intranquilidad ofende a Dios, porque el intranquilo no está esperando en Dios confiado, no está honrando su Palabra. Dios dice: "Mas el que me oyere, habitará confiadamente y vivirá tranquilo, sin temor del mal" (Prov.1:33). Dios nos ha dado sus promesas de cuidado y protección, de auxilio en las tribulaciones, de sustento y abrigo, de amparo y fortaleza. ¿Es Dios mentiroso?
Permítanme mostrarles cuán importante es la quietud para el creyente.
-Es mejor la quietud que la abundancia de bienes terrenales; Prov.17:1 "Mejor es un bocado seco, y en paz, que casa de contiendas llena de provisiones".
-Quien valore justamente la quietud estará dispuesto a renunciar a la abundancia de bienes, cuando para poseerlos se requiera el exagerado trabajo y la aflicción de espíritu. Ecl.4:6 dice: "Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu". Estaremos contentos con poco si entendemos que el tener más nos quita la paz. A muchos, el deseo por las riquezas no los deja dormir. Se pasan la noche en vela calculando, pensando cómo conseguirán esto o aquello, porque su meta es las riquezas. Ellos no conocen el valor de la quietud.
-Si amamos la quietud, oraremos. "Para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" se nos manda orar por los gobernantes (1 Tim.2:2). Como es obvio, esa quietud y reposo no es algo que se consigue en la botica, no es de facturación humana; como todo don perfecto desciende de lo alto, por eso debemos orar a Dios. (véase Job.34:29)
-Y la mujer que en verdad valora la quietud, el sosiego, en lugar de afanarse por lucir los vestidos lujosos y los peinados ostentosos, se ocupará en cultivar "un espíritu manso y apacible, que es de grande valor delante de Dios" (1 Ped.3:4). Sin embargo, a causa de una pobre condición espiritual, notamos que más piropos recibe el vestido lujoso o el peinado ostentoso que la mujer que es de espíritu manso y apacible. La quietud es de gran estima delante de Dios. Estemos quietos para agradar a Dios. [La segunda cosa...
"y ocuparos en vuestros propios asuntos". La palabra "propios" le da el sentido apropiado a esta amonestación apostólica, porque se trata -en verdad- de una reprensión a fin de que no nos metamos en los asuntos ajenos. En su segunda carta a ellos el apóstol tuvo que ser más específico, porque tal parece que el mal no fue corregido y algunos de ellos seguían entrometiéndose en lo ajeno (2 Tes.3:11). Muchas veces, a causa de estarse metiendo en lo ajeno, algunos padecen, pero eso es, en verdad, vergonzoso, eso no es padecer por Cristo.
El apóstol Pedro amonesta que "ninguno de vosotros padezca...por entrometerse en lo ajeno" (1 Ped.4:15). Se nos manda aquí a concentrarnos en nuestros propios asuntos. Hay quienes discutirán y reclamarán su derecho a meter la cuchara en los asuntos de otros, porque se consideran a sí mismos maestros, pero aquí hay una reprensión contra tal actitud. ¡Ocúpese en sus propios asuntos! ¡No se meta en lo ajeno! [La tercera cosa...
"y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado". Hermanos: No le tengamos miedo al trabajo. Cuando Dios hubo creado al primer hombre "lo puso en el huerto del Edén para que lo labrara y lo guardase". Eso fue antes del pecado; después de la caída: Recuerde la sentencia divina: "Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra". No falta quien piense que el rehuir al trabajo es sabiduría, pero es totalmente lo contrario. Dios nos recomienda el trabajo porque es bueno y provechoso: Prov.6:6 "Observa a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y serás sabio".
Prov.10:5 "El que recoge en el verano es hombre sensato; el que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza". Prov.12:11 El que labra su tierra se saciará de pan; mas el que anda a la caza de naderías es falto de entendimiento". Prov.13:11 "Las riquezas mal adquiridas vendrán a menos; pero el que recoge con mano laboriosa, las aumenta". Prov.20:13 "No ames el sueño, para que no te empobrezcas; abre tus ojos, y te saciarás de pan". La mujer piadosa de Prov.31 "Busca lana y lino, y con ánimo alegre trabaja con sus manos" (:10).
Ahora somos nueva criatura, y parte de lo que debe ser nuestra conducta es precisamente que seamos personas trabajadoras, no indigentes. Ef.4:28 "El que hurtaba, ya no hurte más, sino que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad". Lejos de ser una persona que esté necesitando ayuda, debemos ser personas que podemos dar ayuda de lo que trabajamos con nuestras manos.
"a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada". Algunos de los hermanos tesalonicenses estaban andando desordenadamente, no trabajando en nada (2 Tes.3:11), y desde luego, estaban dando un feo y vergonzoso espectáculo ante los de afuera y padeciendo necesidades. Siempre debemos dar el buen ejemplo a las personas que nos rodean, hemos sido llamados a ser luz para el mundo. Sabemos lo que es bueno y lo que nos conviene y sabemos la manera de honrar a Dios y ser verdaderos embajadores del Señor nuestro Jesucristo, siendo luminares en el mundo.
Un cristiano vago, ocioso, es casi una contradicción de términos, aunque no faltan los vagos aún en el pueblo de Dios, por eso la amonestación apostólica en este pasaje, y la abundancia de consejos y enseñanza respecto a la manera en que nos conviene conducirnos, que incluye -por supuesto- el trabajar con nuestras manos para no ser tropiezo a los de afuera, sino conducirnos honradamente, decentemente y no tener necesidad de nada.
Hay personas muy habilidosas que inventan maneras deshonestas de adquirir bienes; hay en este mundo otras maneras de hacerse rico sin trabajar, pero nosotros tenemos que trabajar y vivir decentemente, sin tener necesidad de ninguna cosa, porque el Señor bendecirá nuestros esfuerzos. De esa manera atenderemos a la exhortación apostólica dirigida a los tesalonicenses y a nosotros.