Estudios Bíblicos en Siguiendo sus Pisadas |
La verdadera espiritualidad
por Floriano Ramos Esponda
Introducción
A todos nos
gusta obtener beneficios rápidos e instantáneos. Si vamos a
otro sitio o lugar, buscamos la manera de encontrar un atajo o camino corto.
Años atrás, de Chiapas a México, D.F. se hacían
17 horas de viaje. Hoy, gracias a buenas autopistas, esa distancia se ha reducido
a 15 horas de camino, lo cual ha producido beneplácito a los viajeros.
Antes la comida tardaba mucho en ser preparada. Los rollos fotográficos
tardaban más tiempo en ser revelados y en ser impresos. Hoy, los hornos
microondas y las grandes máquinas reveladoras e impresoras nos ahorran
mucho tiempo.
Nuestra sociedad está orientada a lo cómodo, a lo de fácil
y rápida obtención. Queremos obtener más por menos esfuerzo.
En la administración de empresas la "reingeniería"
intenta producir más con menos empleados y en menos tiempo. Esta filosofía
se extiende a varias facetas de la vida. Lo triste es que se ha permitido
que irrumpa en la vida cristiana y esté ofreciendo una espiritualidad
instantánea a todos aquellos que quieran tomar un "atajo espiritual".
Con el fin de no ser engañados al respecto, y tener una base firme
en la búsqueda de la "verdadera espiritualidad", veremos
tres enseñanzas de las Escrituras acerca de la misma.
I.- La verdadera espiritualidad
no consiste en poseer dones espirituales espectaculares ni en tener experiencias
místicas.
La espiritualidad no es sinónimo de poseer y ejercitar dones espectaculares
(1 Co. 1:5-7; 3:1-4). Es muy común igualar la espiritualidad a la posesión
y al ejercicio de dones espirituales espectaculares, enseñando y creyendo
así que la persona que tiene más dones espirituales o los más
espectaculares, es la más espiritual. Sin embargo la Biblia no enseña
esto. Pablo, en su primera carta a los corintios les dice en 1:5 que ellos
"habían sido enriquecidos en todas las cosas", y en 1:7 les
recalca que "nada les faltaba en ningún don". La frase "nada
os falta" (gr. mh ustereisqai),
puede traducirse también como de "nada carecéis",
"de nada estáis privados", "de nada pasáis necesidad".
La de Corinto era pues una iglesia muy favorecida en carismas o dones. Lo
más lógico sería esperar que una iglesia tan rica en
dones espirituales, y que había sido fundada por el mismo apóstol
Pablo, sería una iglesia con una alta y verdadera espiritualidad. Sin
embargo, no era así, sino mas bien lo contrario.
En el 3:1-4 de la misma carta, Pablo les dice que "no les podía
hablar como a espirituales sino como a carnales". El calificativo "carnal"
(gr. sarkikoi), aquí tiene la connotación
de alguien que está dominado por la carne, o sea, la naturaleza pecaminosa
heredada de Adán. Este adjetivo griego conlleva un significado ético,
con propensión al pecado. Señala la tendencia a satisfacer los
deseos pecaminosos. Ser carnal, es pues, lo contrario a ser "espiritual",
lo cual significa ser dirigido y guiado por el Espíritu de Dios. Los
corintios, con todo y que eran ricos en dones espirituales, tenían
una conducta dominada y regida por la carne, en lugar del Espíritu
Santo. Esto era la causa de todos los problemas que se suscitan y se desarrollan
a lo largo de la carta. Una palabra de advertencia y aplicación, hermanos:
los dones espirituales no fueron dados a los creyentes para cambiar su carácter,
sino para hacerlos mas útiles y eficientes en el ministerio dentro
del cuerpo de Cristo.
Tampoco la verdadera espiritualidad
es algo que se adquiera a través de experiencias místicas (1
Co. 14:33, 40).
Por muy fantásticas e impresionantes que sean las experiencias místicas
o extáticas que se tengan, nunca van a proporcionar espiritualidad
en la vida de quienes las experimenten. Una vez más la iglesia de Corinto
nos sirve de ejemplo. Ellos tenían cultos y una liturgia verdaderamente
rebosantes. El gozo y las manifestaciones místicas eran exuberantes.
Tanto en lo individual como en lo congregacional los corintios eran dados
al éxtasis, al grado que Pablo tiene que decirles que "Dios no
es un Dios de confusión o tumulto, sino de paz" (14:33) la palabra
griega (akatastasiaV) puede traducirse también como "conmoción,
confusión, tumulto, agitación o desorden", pero su verdadero
significado viene de su composición, la cual literalmente comunica
el sentido de "algo que le falta estabilidad, algo carente de firmeza,
algo que no tiene que quietud". Este sustantivo griego es el que se usa
como adjetivo en Santiago 1:8 para describir al hombre que es inconstante.
Los cultos de los corintios, eran pues, faltos de estabilidad y firmeza, por
lo que terminaban en confusión y desorden. Al igual que ellos, hoy
muchas iglesias y creyentes quieren alcanzar un nivel alto de espiritualidad
con experiencias tenidas de culto en culto.
Para tal efecto manipulan el ambiente congregacional, generando así
un ambiente que propicia las experiencias místicas. Tristemente, mucho
de la religiosidad actual tiende a ser más "corintianismo"
que cristianismo. Corinto es para ellos el modelo a seguir y el estándar
a alcanzar. Sin embargo, es bueno aclarar a estas alturas, que la espiritualidad
no es un fin, sino un medio para lograr el fin por el cual Dios nos ha salvado:
anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su
luz admirable.
II.- La verdadera espiritualidad es un estilo de vida santo y piadoso
La verdadera espiritualidad
tiene connotaciones morales (Gál. 5:19=21). Las obras que produce la
carne, es decir, la naturaleza carnal heredada de Adán, son nocivas,
inmorales y destructivas (leer los versículos). Estas prácticas
caracterizan a alguien que está dominado por la carne y por lo consiguiente
no es heredero del reino de Dios. De este estilo de vida es precisamente de
donde nos rescató el Señor. Todos nosotros somos ejemplos vivos
del cambio que Dios operó, transformando nuestra manera de vivir, de
un estilo egocéntrico y buscador de deleites, a otro que vive de una
manera agradable ante sus ojos.
Como puede apreciarse, la verdadera espiritualidad abarca un área mucho
más amplia que simplemente los cultos realizados en el lugar de reunión.
La verdadera espiritualidad tiene connotaciones morales, ya que involucra
apartarse de las viejas prácticas que antes nos caracterizaban y en
las cuales nos regocijábamos.
La verdadera espiritualidad consiste en manifestar el fruto del Espíritu
Santo en el diario vivir (Gál. 5:22, 23). Cuando uno recibe a Cristo,
entre otras bendiciones, viene ser templo del Espíritu Santo, el cual
mora permanentemente en uno. El Espíritu de Dios tiene el calificativo
"Santo" no sólo porque es santo, sino también porque
lo que toca o habita lo hace santo, incluido el creyente. De ser completamente
caracterizado por las obras de la carne, ahora el creyente viene a demostrar
en su conducta diaria el fruto del Espíritu.
Una simple mirada a estas nueve manifestaciones del fruto del Espíritu
nos deja ver que lo que Él produce es precisamente un carácter
similar al de Jesucristo. Un carácter así nos permitirá
tener buenas relaciones interpersonales con todo tipo de personas, dar un
testimonio impactante ante los incrédulos de la obra que Dios hace
en la vida de uno que ha recibido a Cristo como su Salvador, y sobre todo,
agradar a Dios en todo lo que hagamos, digamos o seamos.
Biológicamente hablando, un fruto es el resultado de un proceso de
"fructificación" en el cual esa estructura se va formando
paulatinamente en la planta, al irse alimentando de la rica savia que las
raíces absorben del suelo. De igual manera un carácter así
es la consecuencia lógica de una vida que está enraizada en
Dios, revelando de una manera sobrenatural el ramillete de características
que provienen del Espíritu Santo. Es, pues, el fruto (gr. karpoV)
del Espíritu Santo, y no los dones lo que demuestra una verdadera espiritualidad
en la vida del creyente en Cristo. El fruto tiene que ver con nuestra manera
de ser y los dones con nuestro ministerio dentro de la iglesia. Es posible
ser muy activo en la iglesia, y sin embargo tener un estilo de vida inmoral,
y por ende un testimonio, que eche por el suelo todo lo que hagamos o digamos.
El deseo de Dios es que demostremos una verdadera espiritualidad en nuestro
diario vivir y en todas nuestras relaciones personales.
Ya en el Antiguo Testamento se veía claramente que para agradar a Yahweh
no bastaba con ofrecer actos cúlticos, sino que era necesario llevar
una conducta moral correcta. La voluntad de Yahweh no estaba representada
en términos de actos cúlticos, como las naciones paganas vecinas,
sino en términos de conducta moral.
III.- La verdadera espiritualidad se logra a través de un proceso
Es un proceso constante
que requiere la sumisión del creyente al Espíritu Santo (Ef.
5:18). La verdadera espiritualidad se alcanza dejándose guiar y controlar
por el Espíritu Santo. Cuando Pablo dice "sed llenos del Espíritu
Santo", lo hace a manera de imperativo, no de sugerencia. Si analizamos
gramaticalmente esta oración, nos damos cuenta que está escrita
en modo imperativo, voz pasiva y en tiempo presente continuo (gr. plhrousqe).
La voz pasiva enseña que ser lleno del Espíritu Santo no es
algo que uno haga por sí mismo sin la intervención de Dios.
Más bien consiste en dejarse llenar por El. El es el agente que realiza
la acción y el creyente en Cristo quien la recibe. Por otro lado, recordemos
que el Espíritu Santo es una persona, no un objeto. Así que,
dejarse llenar por el Espíritu Santo no es otra cosa más que
dejarse "controlar" y "guiar" por El. Además, el
tiempo presente continuo indica que es una orden que no sólo debe hacerse
una vez y ya, como pretendiendo haber alcanzado el tope máximo de espiritualidad,
sino dejarse controlar y guiar constante y continuamente por El. Por consiguiente,
éste es un proceso que dura toda la vida del creyente. Es un permanente
dejarse controlar por el Espíritu Santo de Dios.
Esto se reflejará en el ambiente del hogar, del trabajo, de los estudios
y en toda relación que tengamos. Si estamos dejando que el Espíritu
Santo nos guíe y controle, los efectos se evidenciarán en nuestra
manera de vivir.
Requiere esfuerzo y disciplina
de parte del creyente (1 Ti. 4:7,8). Si bien la verdadera espiritualidad es
algo que Dios produce en la vida del creyente, éste también
participa en el proceso. El Espíritu Santo es quien santifica el carácter
y la vida entera del creyente. Sin embargo, Pablo le confiere bastante responsabilidad
al creyente. Cuando Pablo escribe su primera carta pastoral a Timoteo, le
dice "Ejercítate a ti mismo para la piedad" (gr. gumnaze).
La construcción gramatical de la oración es así: modo
imperativo, voz activa, tiempo presente pero seguida de un pronombre reflexivo
(gr. seauton) que hace que la acción de
ejercitar recaiga en el mismo que la hace y no en otra persona. Este también
es un imperativo para el creyente. Es una orden que se le da tajantemente
a Timoteo, y con él a todo creyente. Nadie puede hacerlo por otra persona;
es algo que cada creyente debe hacer por sí mismo. El imperativo unido
al tiempo presente indica que era una acción que Timoteo ya estaba
haciendo y que debía seguir haciendo, no algo que debiera empezar.
Una traducción más literal diría: "Sigue ejercitándote
a ti mismo". El verbo "ejercitarse" se deriva de una palabra
que significa "desnudo", y de ella se provienen nuestras palabras
"gimnasia" y "gimnasio". Esta palabra tiene un rico significado
de esfuerzo, disciplina y dedicación. En las antiguas competencias
atléticas griegas los participantes competían desnudos, sin
ropas, para no tener ninguna carga o estorbo. Por lo consiguiente, la palabra
"ejercítate" tenía originalmente el sentido literal
de "ejercítate desnudo". En otras palabras, Pablo está
pidiendo que pongamos nuestro mayor "esfuerzo espiritual". De la
manera que los atletas se liberaban de todo y competían "desnudos",
así debemos despojarnos de todo peso de pecado que nos asedie e impida
correr con paciencia la carrera que tenemos por delante. Todo mal hábito,
toda mala compañía, toda inclinación que nos estorbe
en el proceso de ser cristianos verdaderamente espirituales, debe ser dejado
a un lado. Sin embargo, para ejercitarse no sólo es necesario desprenderse
de algo y correr "desnudos" sin el peso del pecado que nos asedia.
Antes de ejercitarnos es necesario alimentarnos. Por eso Pablo dice a Timoteo
que como buen ministro de Jesucristo, debe estar nutrido (gr, entrefomenoV).
Este es un participio que también significa "abastecido, alimentado".
Pero, ¿alimentado de qué? El mismo versículo 6 lo dice:
alimentado de las palabras de la fe y de la buena doctrina, no de las experiencias
extáticas. Por último, Timoteo debía seguir ejercitándose
para la piedad (gr. eusebeian). Esta es una palabra
griega compuesta, cuyo significado literal es: "reverencia o devoción
bien dirigida". Sin embargo, cuando se aplica a la vida cristiana, denota
una vida que es aceptable a Cristo, quien lo ha salvado. Es tanto una actitud
como una manera de vida.
Piedad, espiritualidad y santidad es algo que se alcanza sólo con un
profundo esfuerzo de parte del creyente y con una continua dependencia del
Espíritu Santo.
En esta ocasión hemos aprendido de Pablo que: La verdadera espiritualidad
no es tener dones espectaculares ni experimentar éxtasis, sino tener
un estilo de vida santo y piadoso que sólo alcanzaremos a través
de un proceso disciplinado en toda nuestra vida.
Conclusión
Concluyendo diremos que:
La verdadera espiritualidad es un estilo de vida moral, piadoso e irreprensible
que refleja el fruto del Espíritu Santo, es decir, el carácter
de Cristo. La verdadera espiritualidad no se alcanza instantáneamente
ni por experiencias extáticas, sino por un proceso diligente y disciplinado
de practicar los hábitos cristianos.
¡No aceptemos una espiritualidad instantánea falsa! ¡Esforcémonos
por ser "verdaderamente" espirituales!
Sermón elaborado y predicado por Floriano Ramos Esponda
en la Semana de Homilética en Septiembre de 1997
en el Seminario Teológico Centroamericano
Cd. de Guatemala, C.A.