Estudios Bíblicos en Siguiendo sus Pisadas

Características de la Madurez Cristiana:
Marca # 7: Excelencia Moral

Por J. Hampton Keathley III
Traducido por Juanita Contesse G.

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe, virtud [excelencia moral][1]; a la virtud [excelencia moral], conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.  Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”  (2ª Pedro 1:5-8, énfasis del autor).

Para la preparación de este estudio sobre la excelencia moral, hemos formulado varia preguntas.  Primero, ¿qué quiere decir excelencia moral?  i.e. ¿qué involucra?  Segundo, ¿por qué el hombre necesita la excelencia moral?  Más aún, ¿cuál es la relación entre la excelencia moral y ser un creyente de profundas convicciones bíblicas?  En otras palabras, ¿cómo afecta lo uno a lo otro?  ¿Cómo Pedro muestra esto o cómo lo desarrolla en 2ª Pedro 1?

La Necesidad de la Excelencia Moral

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”  (Efesios 2:1-3).

“Esto, pues, digo y requiero en el Señor:  que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.  Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo…”  (Efesios 4:17-20).

La Biblia está escrita para los pecadores, para aquellos que debido a su muerte espiritual y a su comprensión oscurecida, están alienados de la vida de Dios, condición que conduce naturalmente a la práctica de toda clase de comportamiento malvado.  Los primeros cristianos habían sido idólatras y adoradores de demonios, adúlteros, mentirosos y ladrones.  Constantemente, el Nuevo Testamento les llama, así como todas las generaciones de creyentes, a no estar conformes al mundo; sino a ser transformados por la renovación de la mente (Romanos 12:1-2).

Debido a que la humanidad es nacida en pecado y es por naturaleza el hijo de la ira, su tendencia natural está dirigida hacia la degeneración moral y a toda obra maligna y no hacia la excelencia moral o la virtud.  En términos simples, la ausencia de virtud conduce a la decadencia y a la destrucción de la sociedad, o la ley de la jungla.  Desde el asesinato de Abel, la historia está cargada de ilustraciones no sólo tiranos asesinos como Stalin y Hitler, sino en conductas traicioneras, adúlteras y mentirosas en nuestra propia nación.

La verdad plena, es que cuando las naciones se alejan de la verdad moral y de los absolutos de la Biblia, adoptan el tipo de conductas de las que habla Isaías el profeta, en Isaías 5:3.23.  En estos versículos, el profeta declara una serie de maldiciones (versículos 8-23) sobre la casa degenerada de Judá.  Cada maldición describe la naturaleza del pecado de Judá como la base del juicio divino.  La lista se parece a los titulares de los periódicos de hoy día y nos enseña que la falta de virtud moral en la vida privada de una persona, siempre conlleva consecuencias públicas.[2]  Comentarios sobre Isaías 5:20-23, describen la forma patética en cómo Judá alteró los preceptos morales de lo que era bueno y lo que era malo en su búsqueda de un modo de vida centrado en sí misma, a expensas de otros (5:23).  Por supuesto, que el efecto fue una ruptura moral que llevó a la injusticia y a condiciones extremas de crímenes.  Esta condición se veía desde los líderes hasta el hombre común.  Tocó a toda la sociedad de Judá como lo hace hoy con la nuestra.

“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!  ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!  ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida; los que justifican al impío mediante cohecho, y al justo quitan su derecho!  (Isaías 5:20-23).

La Fuente de la Excelencia Moral: La Causa de la Ruptura Moral

La declaración de Isaías 5:21, realmente me provoca mucho desasosiego:  “¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!”.  El tema básico en estos capítulos de Isaías fue la falta de conocimiento de Judá (visión bíblica), debido a que rechazaron los estatutos santos de la Palabra de Dios.  “Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed”  (Isaías 5:13).

La súplica de Isaías a Judá:  “Venid, casa de Judá, y caminemos en la luz de Jehová” (Su verdad o Su Palabra), debería recordarnos de la declaración de Oseas a la nación del norte más tarde:  “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.  Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”  (Oseas 4:6).

Entonces, ¿dónde encontramos la voluntad moral de Dios?  Naturalmente, por cuanto el hombre no guiarse a sí mismo (ver Jeremías 10:23), la encontramos en la Biblia —la revelación especial de Dios al hombre.  Citemos una ilustración del Antiguo Testamento; observen las palabras de Moisés en Deuteronomio 4:5-8.

“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella.  Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán:  Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta.  Porque, ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?  Y, ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?”

A través de la Biblia y de una nueva vida, que Dios nos da en Cristo, Él formula un llamado a los hombres a ser santos, a una vida contraria a su tendencia natural como las que nacieron del pecado y bajo su dominio (ver Romanos 6:8; Tito 2:11-14; 1ª Pedro 2:11-12; 4-1-3).  Por cuanto la voluntad moral de Dios la encontramos en Su Palabra, no nos debe extrañar que tanto la excelencia moral y las Escrituras (“las promesas preciosas que exceden en grandeza”), vayan muy ligadas en el argumento de Pedro en 2ª Pedro 1.

En los versículos 5-11, Pedro nos da una lista de las cualidades semejantes a Cristo, que debemos tener y aumentar.  En esencia, son características del crecimiento espiritual y de la madurez.  Sólo con un crecimiento de esta naturaleza, podremos experimentar una producción máxima en la vida cristiana y llegar a ser eficaces en el liderazgo.  Pero, nuevamente, no dejemos de desarrollar y tener una conducta de acuerdo a la comprensión bíblica y a las convicciones.  Como lo enseña en forma enfática Pablo, en Romanos 1:18ss, el pecado es el resultado de estar sin Dios, y estar sin Dios es el resultado del rechazo a conocer a Dios.

La Excelencia Moral Cómo se Utiliza en este Estudio

La excelencia moral está relacionada con hacer una distinción de la voluntad moral de Dios, que por supuesto, debe tocar cada una de las áreas de la vida cristiana.  Pero es importante reconocer que por excelencia moral, no estamos simplemente hablando acerca de una lista de tabúes o sobre pecados tales como el adulterio, fornicación, ebriedad, mentira, murmuración, robo y engaño.  La excelencia moral significa la búsqueda  de la voluntad moral de Dios en cada una de las áreas de la vida.  Esto incluye valores, actitudes, prioridades, metas o propósitos, devoción y un carácter a la semejanza de Cristo en el hogar, en la oficina, en la iglesia y también en los lugares de esparcimiento.  La virtud moral es algo que debe caracterizar al cristiano en cualquier parte y en todo.

Desarrollo de Pedro del Proceso de Excelencia Moral

Primero, con el énfasis que pone Pedro en “el conocimiento de Dios” y en “las promesas preciosas que exceden en grandeza”, la Palabra claramente llega a ser la fundación y el instrumento para la protección de la cualidades del carácter semejante al de Cristo (versículos 2-4).

Segundo, Pedro sigue esto con una exhortación que nos llama a hacer todo el esfuerzo posible para el desarrollo de estas cualidades del carácter cristiano listado en los versículos 5-7.

Tercero, esto va seguido por una sección que podríamos definir como motivación y como realización fructífera  i.e. la realización de nuestra salvación en una vida con frutos y recompensas eternas (versículos 8-11).

Cuarto, en los versículos 12-21 tenemos otras dos secciones que están relacionadas con la Palabra.  Esto es muy importante porque, como el resto del libro lo deja

muy claro, estamos viviendo días de intensa apostasía, lo que significa apatía, centrarse en sí mismo, enseñanzas falsas y errores doctrinales y morales.  La falsa doctrina y las opiniones humanas, conducen siempre a la corrupción moral y no a la excelencia moral.  Esto versículos conforman dos secciones:  (a) recordar —necesidad de recordar lo que se les ha enseñado como protección en contra del olvido (versículos 12-15) y (b) justificación —la defensa de este énfasis a través del hecho y de la naturaleza de la inspiración (versículos 16-21).

En el proceso de desarrollar los versículos 5-7, Pedro usó lo que podríamos llamar el principio piramidal para mostrar cómo debemos desarrollar las cualidades maduras de la semejanza de Cristo, desde una posición apropiada hacia la revelación inspirada de la Palabra de Dios.

(1)    Esta pirámide de cualidades se asienta en el fundamento de la Palabra, en las promesas preciosas y magníficas y en la nueva vida que tenemos en el Señor.  El Señor ha provisto todo lo que se necesita para la vida y la santidad, a través de Su Palabra y su revelación. Los cristianos deben ser diligentes en la apropiación personal de esa verdad para un crecimiento continuo y un cambio espiritual.

(2)    La primera cualidad es la fe, fe en el poder de la gracia de Dios y en Su providencia.  Aunque debemos añadir toda diligencia para avanzar en la voluntad moral de Dios y en el cambio espiritual, no debemos hacerlo mediante la carne, sino por fe en la providencia y en el poder de Dios (cf. 1ª Corintios 15:10).

(3)    La piedra superior de la pirámide, es el amor.  El amor se encuentra en el corazón de la madurez cristiana y es una cualidad necesaria tanto del liderazgo como de la servidumbre cristiana.  Pero este pasaje nos enseña que sin los otros niveles en la estructura, perdemos nuestra capacidad de amar y por lo tanto, a conducirnos como siervos más que como tiranos.

Cada una de estas cualidades, deben manifestarse en la esfera de la cualidad que la precede:  pareciera ser que cada una de ellas crece a partir de la tierra y del clima que rodea a la anterior.  Pero no es todo.  La cualidad nueva complementa y perfecciona la anterior hasta que alcanzamos la superior que es el amor, la meta y aquello que es el epítome del servicio a la semejanza de Cristo.  Pero el punto es que no podemos tener la piedra superior, sin el resto de los bloques que conforman la pirámide.  Esto no quiere decir que no podamos tener amor sin tener el resto de las cualidades de la madurez, sino que existe una progresión y una dependencia mutua en la que podemos mostrar amor sólo en el grado en que estemos desarrollando las demás cualidades.  El punto es:  cada una de ellas se convierte en una esfera productiva o el terreno en el cual crecerá la cualidad que viene.

Por supuesto, el ministerio del Espíritu es la energía interna o el poder que genera cada una de estas cualidades espirituales tal como lo señala Gálatas 5:23.  Sin embargo, este pasaje de 2ª Pedro, muestra el proceso que utiliza el Espíritu y cuán diligentes debemos ser cooperando con la obra y plan del Espíritu.  Para esto, tenemos tanto el lado divino y el lado humano de la responsabilidad.

En la pirámide de las virtudes, la primera en la lista es la fe.  La fe en las promesas y principios de las Escrituras, es la primera cualidad necesaria para un progreso espiritual verdadero.  Contextualmente, por fe, Pedro habla de las convicciones y creencias  bíblicas concernientes a los diversos temas y verdades de las Escrituras, como la doctrina de Dios, la persona y obra de Cristo, la Biblia y la humanidad, etc.  Esto incluye naturalmente, el concepto de confiar en Dios de manera que actuemos en nuestras convicciones y creencias.  ¿Por qué?  Para que como cristianos que estamos creciendo espiritualmente, podamos llegar desde el punto A al B; del B al C, etc., debido a que creemos que Dios nos está guiando y que estamos haciendo lo que Él quiere.  Este primer nivel —la fe— está directamente relacionada con tener el valor de actuar basados en convicciones bíblicas.

La segunda cualidad en la pirámide de virtudes, es la excelencia moral.  En griego, ‘excelencia moral’ es ‘arete,,,’, referido a ‘excelencia moral, virtud’.  Aunque la palabra ‘virtud’ puede considerarse con virtud en general, su uso aquí como una más en una lista de virtudes, pareciera conducir a la excelencia moral que se destaca en medio de una sociedad pagana.

Conclusión

La mano de Dios no puede prosperar la vida y el ministerio de aquellos que no están relacionados con la santidad y con los cambios a la semejanza de Cristo.  Debido a la santidad de Dios y a Su compromiso para hacernos parecidos a Su Hijo, aquellas vidas que no están comprometidas con la excelencia moral, necesariamente deberán dar como resultado una ley de retorno, de siembra y cosecha.  Cuando fallamos reiteradamente en nuestra búsqueda de la excelencia moral, comenzamos a deslizarnos por la ladera resbalosa de la mediocridad que eventualmente nos conduce a variados niveles de carnalidad.  Debido a que el apóstol Pablo sabía esto, con frecuencia sus oraciones reflejaron su preocupación.  Observen este elemento de buscar la excelencia moral en la oración de Pablo por los filipenses, en Filipenses 1:9-11.  Aquí el apóstol Pablo oró para que en ellos hubiera más y más conocimiento  y todo tipo de discernimiento.  La meta inmediata o el resultado que se esperaba de este conocimiento y discernimiento, era para:  “…que aprobéis lo mejor [lo excelente], a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo” —lo que es mejor y no simplemente bueno o un poco mejor.  ‘Probar’ en griego es ‘dokimazo,,,’:  ‘poner a prueba, examinar’ y entonces, con referencia al resultado de probar:  ‘aprobar, aceptar algo como probadamente valioso’.

‘Excelente’ o ‘lo mejor’, viene del griego ‘diapheronta’, que en este contexto lleva la idea de ‘las cosas que trascienden’.  El verbo utilizado aquí, es ‘diaphero,,,’:  ‘llevar a través de’; entonces:  ‘diferir, ser diferentes, ser diferentes para bien de uno’.  Por lo tanto, se usó en aquellas cosas que difieren en el sentido de ser superior, o tener un mayor valor y significado.

Otro propósito por el cual oró Pablo, era que se mantuvieran puros y sin mancha en el día de Cristo.  Sin embargo, esta condición se ve sólo al experimentar el fruto de la justicia que viene a través de Jesucristo, i.e., primero por fe (rectitud justificada) y después por la comunión con Él (rectitud santificada).  Pero esto también tenía una meta:  “para gloria y alabanza de Dios”.

Desde el punto de vista de nuestro enfoque, sin embargo, el punto clave es probar, aprobar y elegir lo que es mejor; aquello que excede de todo y es superior.  La búsqueda de la excelencia moral no es sólo un asunto de lo que es bueno sobre lo que es malo, sino de lo que excede y es mejor.  Es un asunto de prioridades y de lo que es genuinamente ventajoso o más beneficioso para nuestra vida espiritual, para el crecimiento, para el testimonio y para el ministerio.  La mediocridad puede ser definida como aquello que no es merecedora de culpa; pero tampoco de alabanza.  La vida cristiana es aquella que resulta en la gloria y alabanza de Dios.

Cuando los cristianos fracasan en su búsqueda de la excelencia moral, eventualmente cosechan los resultados correspondientes:  buscarán malos consejos y compañía, harán malas decisiones; lo que se tendrá consecuencias adversas.  Vivir de acuerdo al modelo de nuestra antigua vida, como nos recuerda Pedro en 2ª Pedro 1:9, es olvidar:  la naturaleza de nuestro Salvador, el propósito de Su venida, el objetivo de nuestra salvación y la realidad de la eternidad junto a Cristo.  Es vivir terrenamente y buscar nuestra satisfacción en cosas que no pueden satisfacernos y que pasarán (cf. Isaías 55:1-3; 1ª Pedro 1:13-18; 2:11; 1ª Juan 2:15-17).

Las figuras alrededor de las cuales Pablo construye sus argumentos en Efesios 4 y en Colosenses 3, son tremendamente instructivas.  Son figuras diseñadas para desafiarnos a un cambio espiritual que debe manifestarse en la vida de los creyentes por el poder de Dios.  Las siguientes, son algunas de las analogías utilizadas por el apóstol:

1.      Ponerse y sacarse la vestimenta (del viejo hombre)

2.      Mortificación y vivificación

3.      Despojarse de algo y hacerse de algo nuevamente

4.      Habituarse y deshabituarse

5.      Superarse y volver atrás

Cada figura o analogía, debe ser producto y una respuesta a la nueva vida en Cristo.  Esto significa un cambio moral completo a través de una relación vital con el Salvador.  Todo lo demás (la ausencia de un cambio moral), es absolutamente contradictorio a la nueva vida del creyente en el Salvador.  En esencia, es burlarse de la salvación de los creyentes en Cristo.

Muchas veces los cristianos no tienen frutos simplemente porque Dios retira Sus bendiciones de Su ministerio, debido a que han contristado y reprimido al Espíritu Santo.  Pero esta no es toda la historia.  Esta falta de frutos también es el producto natural que eventualmente tendrá una conducta inmoral en nuestra capacidad de servir y guiar.  La negligencia con respecto a la excelencia moral, resulta en un creyente carnal, caprichoso y hace que éste actúe por amor propio y por motivos impuros.

El principio es simplemente que la debilidad moral, incapacita.  La debilidad moral conducirá al fracaso del crecimiento espiritual y naturalmente impactará en forma negativa nuestra capacidad de cualquier tipo de servicio o liderazgo.

Entonces, ¿cuál es el tema?  El tema es:

«¿Estoy comprometido con la excelencia moral, con el verdadero crecimiento espiritual y con el cambio por medio de mi nueva vida en Cristo, o me estoy aferrando a mis propias estrategias para seguir mi vida en un intento de encontrarle un significado, seguridad y satisfacción?»



[1] Las notas de los traductores de la Biblia NET, dicen:  “o ‘excelencia moral’, ‘virtud’; esta es la misma palabra usada en el versículo 3 (‘Quien nos llamó por su propia gloria y excelencia).”  El verbo griego, es ‘arete,,’, que significa ‘excelencia moral o virtud’.

[2] Marvin Olasky, tiene un libro nuevo llamado The American Leadership Tradition:  Moral Vision from Washington to Clinton  [La Tradición del Liderazgo Americano:  Visión Moral desde Washington hasta Clinton], que está relacionado con este tema.  En él el autor sostiene que las acciones privadas tienen consecuencias públicas y demuestra este hecho históricamente in la vida de varios líderes.